lunes, julio 23, 2007

 
Imagen y poder

Entre las 6:20 pm del día de ayer y las 9:15am de hoy, pude corroborar la importancia que tiene el poder que se le da a un empleado para tomar decisiones; ya sea para mejorar o para empeorar la experiencia que la empresa proporciona a su cliente, y por ende en la imagen que este percibe de la empresa.

El domingo llegamos a Cinemex a las 6:20 pm a comprar boletos para la función de las 6:30 de París, Te amo (¡excelente película!). Mientras hacíamos fila, me percaté de que no traía suficiente efectivo (algo que no es nada raro), sin embargo ví una serie de letreros junto a cada taquilla, que anunciaban “Aceptamos Tarjetas” y abajo orgullosamente desplegaban los logotipos de Visa, Mastercard y American Express, por ello decidí esperar en la fila hasta que llegara mi turno.

- Versión electrónica del anuncio

Mientras esperaba, observé al cajero, a quien me referiré como “Juan”. En dos ocasiones, al ser requerido por boletos para Ratatouille en la función de las 6:45; “Juan” comentaba con los clientes: “Si tengo lugares disponibles; sin embargo solo hay 20 lugares, y dado que ya está por iniciar la función, lo más probable es que solo queden los lugares de hasta el frente; ¿quiere los boletos?”.
Con esto “Juan” proporcionaba información suficiente para que los clientes tomaran una decisión informada, y no tuvieran sorpresas en su experiencia de ir al cine.

Cuando llegó mi turno, solicité los boletos y saqué mi AMEX. Al verla, “Juan” me comenta: “No aceptamos tarjetas de crédito”. Por supuesto reaccioné con sorpresa y le mostré la señal que se desplegaba junto a su terminal de cómputo. Pronto “Juan” apuntó a señalarme las letras chiquitas del anuncio donde se leía “en todos los puntos de venta, excepto taquilla”. Sorprendido ante lo arbitrario de la decisión, y sobre todo porque todas las ventanillas desplegaban sendos anuncios, procedí a comentarle a “Juan”: “Pues deberían quitar estos anuncios de aquí, o por lo menos poner en letra grande que en taquilla no se aceptan tarjetas”, a lo que “Juan” me respondió “tiene razón, lo siento”.

Finalmente corrí al cajero automático, obtuve el efectivo y regresé a comprar los boletos. Mi sorpresa fue grata cuando vi el anuncio de la terminal de “Juan”, quien de su puño y letra escribió en una hoja de cuaderno la frase “excepto taquilla”, y procedió a pegarlo con cinta adhesiva en el cartel elegantemente impreso de Cinemex.
“Juan” no estaba dispuesto a seguir proporcionando una mala experiencia a sus huéspedes. Bravo por “Juan”, y por Cinemex, que da el poder a sus empleados para tomar decisiones a favor de sus huéspedes y eliminar los errores del depto de marketing.

En mi segunda historia; llego a tomar el vuelo 910 de Aeromexico, a las 9:00 am de la Ciudad de México a Monterrey. Me asignan el asiento 7A, y me dicen “ya está en lista de espera para ascenso a Clase Premier”, beneficio que otorga la aerolínea a sus clientes frecuentes de nivel oro y platino en caso de disponibilidad.
Sabedor de que el proceso de ascenso en este vuelo, de apenas una hora de duración, es largo y para mi hasta vergonzoso, nunca hago el ritual de la lista de espera de “Premier”; así que tan pronto la responsable de la línea aérea, a quien llamaré “Simplemente María”, anunció el inicio del abordaje, procedí a abordar el avión.
Una vez en el avión mi sorpresa, junto con la de unos 5 o 6 pasajeros más, fue que no existían las filas 7 y 8, por lo que mi asiento 7A simplemente no existía.
Avisamos a los sobrecargos y estos no supieron que hacer. Procedimos a sentarnos en los asientos vacíos de Clase Premier para no entorpecer el abordaje, esperando que se solucione la situación.
Resulta que Aeromexico hizo un cambio de equipo, y el avión que se suponía estaba asignado a ese vuelo, tenía 3 filas de asientos en Premier, y clase turista iniciaba en la fila 6. La realidad es que el avión asignado tenía 6 filas de Premier y turista iniciaba en la fila 9. Esto lo supimos porque “Simplemente María” entró dando instrucciones a cuanto pasajero estuviéramos sentados entre las filas 4 y 6 para que nos fuéramos hasta la fila 24.
Un pasajero dijo “yo soy Premier Platino, evidentemente estos lugares están vacíos, ¿puedo quedarme aquí?” y “Simplemente María” dijo que eso no era posible porque no había suficiente alimento más que para las primeras tres filas. El pasajero replicó: “no me importa que no me den desayuno, pero no quiero irme hasta atrás”, y “Simplemente María” respondió: “señor, no podemos hacer eso, porque afecta la imagen de la empresa”.
A final de cuentas, “Simplemente María” evidentemente molesta por no podernos enviar a todos al final del avión, donde ya no había lugares, terminó “dándonos permiso” de quedarnos en los asientos de Premier, no sin antes haber hecho lo posible para mandarnos atrás, y terminó cediendo aún cuando eso “afectaba la imagen de Aeromexico”.
Este ejemplo es el de un empleado con muy poco entendimiento de lo que es la imagen de la empresa, con poder de actuación, y que no supo como manejarlo. Si su acercamiento hubiera sido algo como: “Señor, disculpe el error, su asiento no existe en este avión, le ofrezco quedarse en este lugar, que es más amplio, pero no le puedo ofrecer alimento de clase Premier, ¿está de acuerdo?”; entonces “Simplemente María” habría quedado como héroe en lugar de “bitch”.

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jueves, julio 19, 2007

 
Explosión en NY

El día de ayer, después de una comida de negocio en un restaurant en Grand Central; como es mi costumbre, me "refugié" en un Starbucks (mi segunda oficina) para atender un par de "conference calls" y avanzar en mi trabajo, antes de encontrarme con Ale y Valeria (mi bebé de 10 meses). En esta ocasión seleccioné la sucursal de Lexington y la calle 44.
Atendí a las conferencias, avancé en mi presentación, redacté un press release y contesté algunos e-mails. Poco antes de las 6:00 pm llegó Ale, con Valeria y nuestra amiga Elena.
Compramos unos cafés y pasteles. Platicábamos cuando notamos que en la calle corría la gente despavorida con dirección hacia el norte. Al mismo tiempo sentimos una fuerte vibración que recorría el suelo y las ventanas; seguida de un sonido muy peculiar; con lo único que puedo asociarlo es con el de las Cataratas del Niagara.
Instintivamente, como si lo trajéramos a nivel de DNA, los tres mexicanos pensamos en un terremoto. Sin embargo en fracciones de segundo lo cambiamos; por estar en NY pensamos en un ataque terrorista. Esta idea se reafirmó al ver el pánico en la cara de la gente que corría por la calle.
Me asomé a la calle, y lo que vi fue la gente corriendo y al fondo una nube blanca, con un tono café, acompañado de pedazos de concreto cayendo del cielo.
Estábamos junto a Grand Central, donde se juntan varias líneas del metro y los trenes suburbanos; en pleno "rush hour", junto al Chrysler Building y al Pan-Am Building; todos perfectos blancos de los terroristas.
La escena que ví era idéntica a aquella toma de sept. 11, cuando colapsa una de las torres y la gente huye perseguida por la nube de escombro y polvo.
- Foto de Hugo Cervantes, publicada en Reforma.com Julio 19 2007 -

Salimos corriendo del café. Corrimos hasta la siguiente esquina, donde nos detuvimos a evaluar la situación, no sabíamos que pasaba; mucha gente corría, algunos se detenían a tomar fotos con celulares; otros mirábamos hacia el cruce de las calles Lexington y 41, donde veíamos con incredulidad, miedo e intriga aquella formación, que por el color, parecía más un tornado y se extendía hasta el cielo, con un rugido muy peculiar.


- Esta toma, desde un edificio, capta el sonido y la dimensión de lo que nosotros veíamos desde el nivel de calle.

Resultó ser una tubería de gas que estalló, hirió a una veintena de personas, y mató a otra de un ataque cardiaco.
Me impresionó lo grabado que tenemos todos, de acuerdo a nuestro propio contexto, las situaciones de emergencia como terremotos o actos terroristas. La respuesta de los equipos de emergencia también fue sobresaliente; literalmente, en cuestión de minutos, la zona estaba plagada de bomberos y policías. También me impresionó que estando en Manhattan, "el ombligo del mundo", nos tomó casi una hora saber que había pasado.

Este es el relato del NY Times

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martes, julio 10, 2007

 
Capacidad de asombro

Hace dos semanas cumplí 40 años. Ese día pasé la tarde en Central Park en NY con mi esposa e hija. Un lunes en el que intenté mantener el trabajo al mínimo posible. Sin embargo no pude resistir la tentación de llevar mi laptop y estrenar la nueva tarjeta para conexión a internet vía red celular. Heme ahí, tirado en el parque, disfrutando a Valeria, viendo el paisaje y comiendo un picnic de Dean & Deluca; gazpacho y sandwich de jamón con brie... ¡Hey! ¡era mi cumpleaños cuarenta!, alguna excentricidad me estaba permitida ¿no?. En fin; una vez entrados en el postre (alfajor de dulce de leche) abrí mi laptop. En unos minutos estaba recibiendo correos y chateando con mis compañeros.
La verdad es que sí me podría haber dado el lujo de tomar toda la tarde libre y no conectarme, a final de cuentas para eso es la Blackberry, ¿no? Pero no me pude resistir a la tentación de estar en un picnic a mitad de Sheep Meadow en Central Park con la capacidad de estar conectado 100% a internet, y no a través de la pantallita de un dispositivo portátil, sino con la capacidad de poder “compartir” mi pantalla con Beni que estaba en ese momento en Londres.

Lo que me parece interesante es que hoy escribo esto, por un lado con cierto grado de orgullo, ya que recuerdo haber escrito un artículo, hace unos 10 años en Entrelazos (el extinto semanario de Softtek), hablando de que pronto tendríamos la capacidad de conectarnos en cualquier momento y desde cualquier lugar. Pero por otro lado, no dejo de asombrarme de la capacidad de la tecnología. ¿algún día perderé esa capacidad de asombro? Más allá ¿algún día dejaré de entender el sentido práctico de la tecnología? ¿me rebasará?
Pero quizá lo que más me intriga es entender como verá Valeria, ahora con 10 meses de vida, este tipo de cosas. Para ella será completamente natural tener acceso a Internet en cualquier momento y en cualquier lugar; la telefonía o el cómputo móvil para ella serán lo que para mi ha sido la electricidad o la televisión. ¿Qué será lo que a ella le sorprenda? ¿Se sorprenderá? O ¿entenderá todo como parte de un proceso evolutivo natural?
Recuerdo cuando le enseñé a mi abuelo la Newton de Apple (una de las primeras PDAs) y él no pudo comprender bien a bien de que se trataba; ¿Qué será lo que Valeria me explicará en un futuro y que a mi me costará trabajo entender?

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domingo, julio 08, 2007

 
Roger Federer

Acabo de ver a Roger Federer conseguir su quinto campeonato consecutivo en Wimbledon. Desde enero 2004 a la fecha Federer ha jugado en 12 de las 14 finales de Grand Slam disputadas ganando 10 de estos títulos. Es considerado por muchos como el mejor jugador de todos los tiempos. Su record en los últimos tres años es de 207 partidos ganados contra 14 derrotas. Es un record impresionante.

Pero lo que más nos impresiona a Ale (mi esposa) y a mi, es la emoción que refleja Federer al ganar cada uno de los torneos. Al culminar el último punto, frecuentemente doblega las piernas, cae al piso y rompe en llanto.

Su emoción le impide contener las lágrimas, y el llanto lo lleva a sentarse y cubrirse el rostro mientras solloza por la emoción. Es verdaderamente sobrecogedor el ver como un campeón, casi invencible en estos tiempos, puede vivir con tal intensidad el momento del triunfo. Mi interpretación es que, a pesar de sus cualidades como tenista y que en muchas ocasiones es evidentemente superior a su contrincante, Roger nunca asume el triunfo como un hecho, siempre respeta al rival y su concentración durante el juego es tal, que no puede más que romper en llanto tan pronto termina el juego.
 A pesar de que pudiera estar acostumbrado a ello, este hombre no ha perdido la humildad, ni el verdadero valor que tiene la victoria, por eso llora de alegría.

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miércoles, julio 04, 2007

 
Pepe Espinosa

Toda mi vida he sabido de noticias de fallecimientos de figuras del deporte, de los espectáculos, de la vida política, etc. Siempre esas noticias me parecían interesantes, pero en realidad nunca me habían provocado ningún tipo de sentimiento. Siempre me pareció extraño ver la reacción de algunas personas ante estas noticias; las de decesos de personas a todas luces lejanas, pero conocidas. Siempre había un momento de sorpresa, seguido de un instante de reflexión.

Hoy, por primera vez me sucedió a mí. Me encontré con la noticia de la muerte de Pepe Espinosa.
De niño desarrollé afición por el fútbol soccer, seguida de mi afición por el fútbol americano, el cual es ahora mi deporte favorito para seguir. Por ello, y habiendo crecido en México, siempre hubo figuras que estuvieron presentes en el desarrollo de esa afición: Von Rosumm, Segarra, Toño de Valdés y Pepe Espinosa, quienes narraron las hazañas de mis Miami Dolphins en los 70’s, de la “Cortina de Hierro”, de Earl Campbell, y de Roger Staubach.

Es curiosa la reacción que me causó. Sentí como una especie de “vació” y tristeza, aún cuando tengo tiempo de no seguirlo (por vivir en USA). En realidad tampoco fui muy fanático del seguimiento de TV Azteca a la NFL (especialmente por las frecuentemente desatinadas aportaciones de Enrique Garay); más bien siempre preferí Televisa. Y también siento que sé poco de Espinosa. Pero aún así, mi reacción fue de asombro, seguida de ese “instante de reflexión”. ¿Serán los años? Acabo de cumplir 40…

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Fronteras

Visitamos Niagara Falls hace unas semanas. Esto implicó cruzar en auto la frontera de USA con Canadá. Con mi marco de referencia no pude más que pasar el tiempo haciendo comparaciones con la experiencia de cruzar en auto (o caminando) desde México hacia Estados Unidos.
Algunas diferencias: el agua del río está limpia; el lado mejor desarrollado no es el de Estados Unidos; puedes marcar teléfonos en ambos lados de la frontera con diez dígitos, de manera transparente, no importando si marcas a celular o a línea fija; es casi imposible distinguir a los nacionales de un país de los del otro, todos son multi-raciales; ninguno de los dos países parece reclamar, o deberle nada al otro.
Hace unos días, mientras yo estaba en México se dio a conocer la noticia del fracaso de la reforma migratoria que proponía Bush en Estados Unidos. Esto último fue calificado como un “grave error” por Felipe Calderón.
Este sábado pasado, mi esposa fue al Consulado de México en Nueva York; el propósito de la visita fue renovar su pasaporte. Dedicó 7 horas al trámite, desde las 7:30 am (hora en la que fue citada hace más de un més que lo solicitó), hasta las 2:30 pm, hizo varias "colas" y esperó, esperó y esperó.
Me pregunto, ¿que pasaría si en lugar de juzgar las decisiones del país vecino (¡independiente y muy soberano!), nuestro Presidente se fijara en la calidad de servicio que su gobierno presta a sus conciudadanos?, ¿Qué pasaría si la frontera de México con USA se pareciera sólo un poquito a la de Canadá con USA?

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